05 mayo 2011

Huéspedes/Expresión celular/Javier Parada/núm. 0 sept. 06

Expresión celular/Javier Parada

29 agosto 13:55

enviado

Tumba perimetral

casa abismal donde el recuerdo

acomoda el semblante levemente frío,

antes de la mañana; un sonido

en espera de volverse signo,

un sol tejido: por todos lados, calma.

1 septiembre 21:43

enviado

pisa mi pie izquierdo la perla que fue

(nomiespírituquevuelahastalatierradehikuri)

noche es y el aire que respiro está contaminado:

occidente/tierratapatía.

En la Laguna/La más suave brisa/Otto Cravi/núm. 0 sept. 06


La más suave brisa/ Otto Cravi
Cuando la tormenta se había convertido en una suave brisa, Alma encontró un lugar disponible para estacionarse en la otra acera, frente a la puerta del salón de fiestas donde se llevaba a cabo la boda de su mejor amiga Cristina. Iba sola, como primera señal de mal agüero, porque su galán de pacotilla la había dejado plantada en su casa, y luego la arrancó de ahí al hablarle por teléfono una hora después de lo acordado, para cancelar la cita. Giró el volante y quedó estacionada con las ventanas de los otros autos paralelas a la del suyo y cuando abrió la puerta le dio un golpe a un mustang amarillo que bien podía haber sido de algún invitado.
Al bajar del automóvil se dio cuenta de que los charco que había dejado la lluvia le impedían bajar de la banqueta. Caminó buscando entre los autos aparcados junto al de ella una vía por donde los charcos fueran lo suficiente escuálidos como para brincarlos, sin las sandalias doradas con incrustaciones de imitación y sin salpicarse los holanes del vestido atiborrado de crinolina. Pero la profunda orilla de la calle estaba completamente inundada.
Buscó en toda la cuadra un camino para cruzar la calle dignamente y lo único que halló fue una parvada de albañiles trabajando a doble turno a la luz de los arbotantes, en la remodelación de un local ahí apostado: le dijeron de todo acerca de sus tetas y de sus nalgas y hasta de lo que se iba a embarazar. Alma se sintió atrapada en la banqueta entre el agua y los gritos libidinosos de los albañiles. Subió de nuevo al auto con la firme intención de irse y perderse la celebración que, de cualquier forma, poco le atraía, pero lo pensó mejor y supo que no se dejaría vencer por ningún infortunio, sobre todo por tratarse de la felicidad de su mejor amiga.
Envalentonada aspiró del aire atestado de partículas de aromatizante barato y volvió a bajar del coche. Caminó en sentido opuesto al de la primera vez para burlar a los albañiles, pero tampoco encontró una brecha adecuada para cruzar la calle y antes de que se diera cuenta, se vio a sí misma doblando la esquina en busca de su destino, rumbo a la acera de la desgracia. En la otra cuadra, los edificios no eran tan bonitos y había varios vagos regados bajo los postes de luz.
Caminó tan rápido como su preocupación iba creciendo, porque los charcos se tornaban más vastos conforme recorría la acera. A su paso los vagos alzaban las manos en son compasivo, pero ella siguió de largo hasta que un hombre mugroso vestido de harapos le dijo: “No vaya para allá porque allá no está lo que usted anda buscando, yo sé que está del otro lado”, y señalaba el camino de regreso al auto. Alma quedó paralizada y volvió su atención al indigente, pero no entendía nada y se sintió tonta por escuchar a un borracho, mientras notaba el poderío de los charcos sobre la calle. Siguió su camino en busca de una forma para poder rodear las aguas y llegar a la boda.
Apenas le fue visible la tercera acera de la manzana, entendió las palabras del vago, aunque ya era demasiado tarde para regresar: era la calle donde empezaba la zona roja de la ciudad, a espaldas de la última cuadra de la zona dorada, donde tenía lugar la boda en que debía estar presente hacía una hora y media. Caminó entre putas y travestis semidesnudos, ataviada con sus mejores galas y se sintió como una flor discriminada por chatarras dentro de un bote de basura. Todos la miraban raro, como si ella estuviera loca y los demás indignados. Un hombre sospechoso vestido con una gabardina de hombre sospechoso la notó y avanzó hacia ella caminando entre las putas, Alma se estremeció y se sintió como a la hora de la muerte. El hombre se le paró de frente y se abrió la gabardina para ofrecerle tiras de pastillas y bolsitas que pensó que eran de cocaína, colgadas de unos ganchitos como bolsas de papitas en una miscelánea. Alma negó con la cabeza. “Pero si no es droga lo que anda buscando en estos territorios donde ni Dios gobierna, entonces sólo puedes ser el amor” –dijo el dealer mientras le guiñaba un ojo.
Alma se siguió de largo y dio gracias a Dios cuando alcanzó la cuarta acera de la manzana viva y sin heridas. Era otra cuadra de edificios no muy bonitos, pero no tan feos como los de la cuadra anterior. Entonces vio a una mujer con un vestido más largo y más corriente que el suyo y la reconoció de inmediato: una mujer tan desesperada como ella por cruzar la calle. Estaba parada en el borde de la banqueta en medio de dos autos estacionados, con la respiración visiblemente agitada, frente al charco más flaco que Alma había visto en toda la manzana y en toda su vida en general, y no porque fuera pequeño, sino porque nunca había puesto atención a las aguas estancadas de la calle.
Se paró tras la mujer. “Disculpe, ¿va usted a saltar?” –le preguntó. La otra asintió con miedo en la mirada. Alma permaneció tras ella como en la fila del supermercado más elegante y luego la vio saltar de forma torpe directamente en el charco, empapándose los zapatos, y no sólo eso, sino que la mujer se fue de bruces contra el filo del agua. Empezó a patalear y a revolcarse en el charquito hasta que se le enredó la cabeza con la falda y Alma vio la forma de la cara de la señora, gritando como un fantasma a través de la crinolina, cada vez más angustiada; entonces se dio cuenta de que la mujer se estaba hundiendo.
Alma alcanzó a reaccionar, buscaba ayuda pero solamente encontró una escoba recargada en la puerta de un comercio adyacente al lugar del siniestro. La tomó y se la extendió a la mujer en problemas. Ya con el agua hasta los pechos, se agarró de la escoba mientras Alma tiraba del otro lado, sin lograr que mujer dejara de hundirse, gritando como una loca. Cuando menos eso pensaron los transeúntes al ver a una mujer culona y empinada entre dos automóviles estacionados e impidiendo a los demás notar el suceso que luego se convertiría en tragedia: Alma sintió hasta los propios huesos en cansancio del brazo de la señora cuando soltó el palo de la escoba y luego la angustia de su mano que apenas sobresalía del agua, como buscando con los dedos consuelo en el horizonte sin que Alma pudiera alcanzarla, hasta que se hundió por completo, mientras los dedos se mecían con el vaivén de los adioses resignados, al ras del charco de la muerte.
Quedó estupefacta y se sentó a lamentar la tragedia, afuera del comercio donde había hallado la escoba. Contuvo el llanto porque en las fiestas no se llora y ella debía ir a una. Juró por el recuerdo de la muerta desconocida que, en contra de charcos, hombres y suerte, lograría su cometido. Al doblar la esquina se halló donde todo había empezado y por fin entendió por completo las palabras del vago: fue donde los albañiles y antes de que pudieran decirle algo les exigió ayuda. Acostumbrados a recibir órdenes, sacaron del local una plataforma para pintar paredes y la pusieron entre la banqueta y la calle, sobre el charco para ese entonces derrotado. Alma cruzó la plataforma de dos metros de altura y se sintió en la cúspide del mundo, mientras los albañiles aplaudían y chiflaban a su alrededor, y no porque estuvieran orgullosos de ella, sino porque desde abajo podían verle las nalgas.
Bajó con mucho cuidado en el otro extremo, casi en mitad de la calle y cruzó triunfalmente su destino. Pero antes de entrar al salón se quedó inmóvil frente al espejo del vestíbulo, porque la más suave brisa, la que un rato antes era tormenta, la había empapado por completo, de pies a cabeza, estropeando su maquillaje y su vestido y entonces notó que se veía horrenda toda mojada. Alma dio media vuelta, se quitó las sandalias doradas con incrustaciones de imitación, cruzó de nuevo la calle, caminó dentro del charco, subió al automóvil y regresó a llorar toda la noche a su casa.

En la Laguna/Palabreviario en vuelo/Ruth Castro/núm. 0 sept. 06

Palabreviario en vuelo/ Ruth Castro

Me lanzo al vacío y apenas me elevo,

busco despierta caída sin miedo,

en descenso roza una mirada.

de ojo abismal-espejo.

Aún triunfa el vértigo:

Sumergido salto en palabras líquidas

Mar de palabras palpables

Siento la palabrisa

Respiro la palabruma

A distancia algo palabrama

Es una palabroma

¡Qué palabrilla la palabrota!

Brota la palabra que brilla

Con palabrújula el vuelo

Palabreve que acaba en balbuceo

¿Cuál es? ¿Cuál es?

P-A-L-A-B-R-A-C-A-D-A-B-R-A

En la Laguna/Ensoñación/Miguel Ángel Espinoza/núm. 0 sept. 06

Ensoñación/Miguel Ángel Espinoza

-¡Señor! ¡Señor! -gritó el aprendiz a su anciano tutor cuando del bosque encantado surgió una criatura enorme y por él nunca antes vista.

-¿Qué sucede? -contestó el tutor desde el campamento, sin despegar la vista de su antiguo grimorio.

-¿Qué cosa es una criatura que es tres a la vez: león por delante, cabra por el medio y serpientes por detrás? -preguntó el chico con espanto, pues la bestia se acercaba sigilosamente.

El maestro siguió leyendo sin hacer mucho caso, pues el estudiante era muy curioso e imaginativo.

Pero la amenaza se acercaba cada vez más.

-¡Señor! -gritó el chico con quebrada.

-Es sólo una quimera! -contestó al fin el maestro y la bestia se desvaneció.

En la Laguna/Palabrújula/Germán Cravioto/núm. 0 sept. 06

Palabrújula/Germán Cravioto

No cabe duda: el presente, la presencia del sistema se está haciendo pedazos; el orden que presuntamente sostiene no consiste en otra cosa que en su continuada fragmentación. AQUÍ VOY CONTRA LAS CELEBRIDADES TAUTOLÓGICAS.

Hablo en sordo, me muevo invisible entre los pliegues de la manifiesta desolación que lo envuelve todo. Me siento al margen de todo, pero me levanto al centro de la i-marginación que mira por lo ancho mi condición deseante, la naturaleza humanizada: en todo, nada guarda parecido con aquello que todavía llaman LÍMITES.

Ceden, se trastocan y caen ¿acaso pueden ver esto? Ya sé, el buen prestigio es profesión de ignorar tempestades: célebre trabajo de hipocresiar la condición predicando tristeza: militancia de ascensión autosublimada hacia la cumbre de los instrumentos.

Atención amigas devoradoras y sujetos comprensivos en general: entre la comidilla de celebridades tautológicas se erige el pen-último de los función-tenientes de la complacencia falocentrista. “Leamos a los humanistas” dice y hace de esto oficio de ocultar su única práctica y verdadera filosofía: “enseñarse a obedecer, cuando nadie lo exige, es la vía segura al preciado bien del RECONOCIMIENTO.

¡Qué honor, qué honor y qué bueno que tiene todas las prebendas, disposición a las tabernas y obtusas presunciones de mucho apego a lo local!

AQUÍ claro que el saber le impronta

DONDE el dinero opaco que lo mueve

AHORA ahoga sus escrúpulos alcanzando extraordinarios niveles de alcoholemia.

El triste fulgor de decir las cosas aseverando las cosas aún sirve para ocultar una cosa insoslayable: nunca el mundo humano había sido tan in-humano como éste; ajá, el pretendido orden llega al punto de requerir la inmóvil-unidad de conciencia y/o que las capacidades gen-eracionales desaparezcan. Ja, ja, ja, casi no quede duda: nos gobierna gente muerta. Llegado al punto el mayor-domo se a-sincera ¡¡¡sucede que el mundo está lleno de una mierda que no supimos ver!!!

Aún por nacer, me escondo tras los nombres que despliegan in-versiones de la vida: es mi primera casa-el último de los reductos: la unidad tirana no asume costos y asperja las esquirlas: ahí viene la mía, la alcanzo: punta de diamante, limpia, dolorosa en mi cabeza: abre poco a poco el sentido de tierra que súbito atraviesa mi vientre.

Tengo un NO en la boca de mis sesos, un sí en los oídos de mi piel. Mucho más allá de la angustia hay un dolor libándose a sí mismo, poniéndo-se al sol: en silencio captura las esporas de la duda y entonces brota como las palabra flor-de-multi-tenue-color-ido.

Esto es decir: Ya basta de tanta mierda. Remover. Remover. ¡¡¡ABRAN LAS PUERTAS!!!

Clásicos/Soy vertical, pero preferiría ser horizontal/Silvia Plath num. 0 sept. 06

Soy vertical, pero preferiría ser horizontal

Silvia Plath

Soy vertical

pero preferiría ser horizontal.

No soy un árbol con las raíces en la tierra

absorbiendo minerales y amor maternal

para que cada marzo florezcan las hojas,

ni soy la belleza del jardín

de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración

ignorando que pronto perderá sus pétalos.

Comparado conmigo, un árbol es inmortal

y una flor, aunque no tan alta, es más llamativa,

y quiero la longevidad de una y la valentía de la otra.

Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,

los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.

Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.

A veces pienso que cuando estoy durmiendo

me debo parecer a ellos a la perfección

oscurecidos ya los pensamientos.

Para mí es más natural estar tendida.

Es entonces cuando el cielo y yo conversamos con libertad,

y así seré útil cuando al fin me tienda:

entonces los árboles podrán tocarme por una vez,

y las flores tendrán tiempo para mí.

04 mayo 2011

Clásicos/Altazor/Canto I (fragmento)/ Vicente Huidobro/núm. 0 sept. 06


Altazor/Canto I (fragmento)
Vicente Huidobro

Embruja el universo con tu voz
Aférrate a tu voz embrujador del mundo
Cantando como un ciego perdido en la eternidad
Anda en mi cerebro una gramática dolorosa y brutal
La matanza continua de conceptos internos
Y una última aventura de esperanzas celestes